Viernes 21 de octubre de 2010
Ejercitando la multivocidad
El arte es una traición, el decir de la pintura o del discurso, permite descentrar la mirada, para caer en falta.
Lo colosal, lo pleno, lo que no existe es fragmento de voz en astillas que intenta construir un completo imposible, en contraparte con el detalle, donde subyace otro discurso.
El yo ich, es vacío, lugar del detalle y de la singularidad. El yo emite la voz del que enuncia como falseación y como ficción. El yo como abismo, el yo trazos de fragmentos, de ausencias de antes, de ahora, de siempre, es constructor de ficción que construye mito de origen y destino.
El trazo descoloca de lo coloquial, a partir de lo que no es, por la oposición o por la falta o por lo que sobra, a partir de un otro lugar, en el que reside la diferancia, se accede a letras como trazos.
Lo político es tan vacío como el yo, pero en tanto vacío, como el arte y el texto, puede llenarse de sentidos.
El texto, el yo y la pintura, existen sin bordes, sin límites, sin adentro y sin afuera. Son heridas sobre las que se construyen sentidos.
La diferancia es una noción parecida al inconciente en tanto retazos.
El texto, el yo y la pintura de Adami, están hecho de fragmentos. El sistema funciona como relación multívoca siempre con un otro.
Se hace acto político por la multivocidad. El yo es una construcción, su unidad es una ficción. La diferancia sólo se percibe cuando hay un otro en resonancia.
La mutivocidad es la posibilidad de conjuntar sin excluir para jugar la movilidad de sentido.
Sentido como dirección y afección que contrastado con muchos otros sentidos obliga a descolocar al yo de su imaginario colosal y lo descoloca de lo idéntico que se repite a sí mismo, y justo para no abismarse en lo “uno” obliga a hacer política para construir el lazo social.
El trazo, como política señala pero deja abierto, une y separa.
Descolocarse para mirar de una manera distinta es política. Huir a lo político es huir a la multivocidad.
La conjunción de muchas voces, de trazos al vuelo en una tarde de viernes, es una forma de hacer política, donde cada decir es un trazo, un sentido que no excluye al trazo contrario, porque lo colosal está en otra parte, ausente o desterrado, perdido o re-signado. La relación entre el trazo y el color y la posibilidad de mantenerlos independientes o autónomas es una opción abierta para la diferancia y el sentido de quien enuncia.
La añadidura, esta que es este texto, pretenderá dar sentido a la mano izquierda y a la derecha la que escribe y la que borra, sabiendo de antemano su derrota.
Claro, el mayor logro de la Derrida y el postestructuralismo, la deconstruccion del yo. El yo seria claramente un mito, una invencion, una construccion, pero una construccion nesesaria para validarnos en el mundo y relacionarnos con los demas. No obstante, las grandes obras artisticas y literarias nacen presisamente del desprendimiento del yo y el anhelo de lo universal.
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