domingo, 9 de octubre de 2011

Ensayos para conversar (Piso Bajo)

Reporte de Lectura

                                                                                                                                            Carlos Jiménez Caballero
7 de octubre de 2011


Este reporte de lectura corresponde a un texto particularmente complejo: Pulsiones y destinos de pulsión, de Freud (1915), y tiene que ver con la sesión del seminario dedicada al tema: Pulsión, afecto y representación.

Aunque sin divisiones interiores, el texto de Freud refiere por lo menos a tres grandes cuestiones desigualmente desarrolladas:

·         Un punto de vista sobre el desarrollo de la ciencia;
·         La conceptualización de la pulsión en la teoría psicoanalítica, en cuyo marco introduce una reflexión acerca del narcisismo; y
·         El análisis de dos casos de destinos de pulsión (el trastorno hacia lo contrario, y la vuelta hacia la persona propia), circunscritas al campo de las pulsiones sexuales, en cuyo marco realiza una digresión sobre las relaciones de amor y odio (ambivalencia).

Resulta difícil dar cuenta en poco espacio de este rico texto de Freud, así que me detendré en aspectos que se aproximan a la reflexión que vengo bordeando en reportes anteriores, y/o en aspectos referidos al tema de este seminario. Me referiré entonces a la ciencia como representación; a la pulsión y la construcción de realidad;  al odio y una posible consideración de la cuestión de la socialización; y a los conceptos de placer y de goce.

·         La ciencia como representación.

Desarrolla Freud una visión del saber propio de la ciencia, cómo representación, a propósito de argumentar que si bien un punto de partida es la descripción de los fenómenos, su ordenamiento y su inserción en conexiones; no por ello es menos cierto que se trata de la formulación de conceptos básicos que “parecen” extraídos del material empírico, aunque en realidad el material empírico “es sometido” a tales conceptos.

Más propiamente, son los conceptos básicos “convenciones con relaciones significativas con el material empírico”, “relaciones que se cree colegir aún antes de conocer y demostrar”.

Dicho más precisamente, aunque pareciera surgir directamente de la reflexión sobre casos clínicos, el saber consignado en el texto psicoanalítico es una representación de la realidad configurada mediante hipótesis y premisas complejas (como es propiamente el texto que se está comentando), que surge también de acercarse a nociones establecidas en otras disciplinas. Representación de la realidad que ciertamente está conectada con historiales clínicos.

Por estas razones “el progreso del conocimiento no tolera rigidez alguna, tampoco las definiciones”.

Ahora bien, ¿cuál es el estatuto epistemológico de un saber así construido?

Me parece que en algún momento habría que detenerse sistemáticamente en el seminario en ésta cuestión, la que no se reduce a una comprensión de la relación sujeto-objeto que, en cuanto tal, es una construcción del sujeto, (que ha implicado la puesta en operación de los mecanismos de introyección y proyección) y no el seguro punto de partida de la reflexión.

Más aún, es una cuestión en que: (i) un sujeto (el investigador, el analizante a quien se ha cedido la palabra), (ii) inmerso en una realidad/delirio,- sobre sí mismo y sobre el mundo-, (iii) quiere (¿requiere?) saber acerca de tal realidad; (iv) en una dinámica dialógica (la relación con su analista);  (v) tratándose de un saber tal, que una “posible verdad” es más un efecto (en éste sujeto, y por tanto en su mundo), que una formulación argumental que él pueda decir/nombrar; (vi) efecto de verdad sobre el cual el analista puede (con posterioridad) decir/nombrar en su escritura (el texto psicoanalítico).

(¿Un sujeto gobierna sobre la palabra y el otro sobre la escritura? ¿El psicoanálisis como cogobierno?)

·         Pulsión y construcción de realidad.

Había planteado en un reporte anterior un inicio de reflexión, a propósito del texto Construcciones en Psicoanálisis (1937), acerca de una “realidad… constituida por la combinación de “formaciones delirantes” y “fragmentos de verdad histórico-vivencial”.

Lo que sugiere el texto que se está comentando es que tal construcción de “realidad” responde en última instancia a una dinámica pulsional. Dice Freud al respecto que los estímulos pulsionales: “plantean exigencias mucho más elevadas al sistema nervioso y lo mueven a actividades complejas, encadenadas entre sí, que modifican el mundo exterior  lo suficiente para que satisfaga la fuente interior del estímulo…”.

Dicho de otra forma, ésta realidad que aparece como combinación de formaciones delirantes y fragmentos de verdad histórico-vivencial responde (en última instancia) a la pertinencia de satisfacer una dinámica pulsional.

Razón tiene Freud en algunos de sus textos (consideraciones sobre la guerra y la muerte, por ejemplo), en presentar un panorama tan poco alentador sobre lo humano.


·         El amor/odio y la cuestión de la socialización.

Lo que se puede colegir del texto que se está comentando es la existencia de una vía de socialización que se apalanca en el odio constitutivo como su motor.  Conviene precisar los puntos de partida de tal idea:

·         Acercarse a la idea de la socialización en el marco de la teoría psicoanalítica no implica afirmar que la pulsión sea, de suyo, “educable”, (aunque si se afecta y transforma la pulsión por la vía de la sublimación). Solo quiere decir tal idea que se puede captar el proceso de configuración del sujeto de una vida personal y colectiva; y que tal proceso de configuración es susceptible de ser establecido en el marco preciso que describen las premisas de la teoría psicoanalítica; como en toda teoría de la socialización.

·         Digo socialización entendida como: emergencia de sujeto: (i) inscrito en un mundo de relaciones sociales (contextuales) construidas en/mediante el lenguaje; (ii) que permite la configuración de una singular dinámica personal en el mundo social; (iii) que es referida en una de las tesis fundantes de la teoría psicoanalítica: “lo personal es social” (ver: Psicología de las masas y análisis del yo).

·         Digo odio constitutivo para referir que: “no puede desecharse que también el sentido originario del odiar signifique la relación hacia el mundo exterior hostil, proveedor de estímulos”.(…)”Lo exterior, el objeto, lo odiado, habrían sido idénticos al principio. Y si más tarde el objeto se revela como fuente de placer, entonces es amado, pero también incorporado al yo, de suerte que para el yo-placer purificado el objeto coincide nuevamente con lo ajeno y lo odiado”.

Me parece que el texto citado abre una vía de comprensión más precisa de lo que podríamos nombrar como socialización.

El punto de partida será la afirmación de que nacemos en el ámbito del otro y en un contexto social siempre específico.

El otro invariablemente nos precede.

En el contexto social constituido por el otro, entendemos como socialización  un proceso de diferenciación y configuración de sujeto; diferenciación y configuración cuya base es el reconocimiento (emerge un quien que reconoce) de estímulos ineludibles; esto es, estímulos cuya fuente está situada al interior del organismo y por tanto, con relación a los cuales no opera la fuga motora.

Estímulos ineludibles que marcan la existencia de un adentro (de donde proceden tales estímulos); que es  diferente del afuera social (necesariamente el otro y el mundo que le rodea) del que también proceden estímulos eludibles mediante fuga motora.

Y es centralmente el proceso de socialización la deriva en que los estímulos ineludibles (las pulsiones) construyen sus objetos (ver apartado: pulsión y construcción de realidad, en este mismo texto).

Es en esta dinámica que se entiende la afirmación de Freud de que: “lo exterior, el objeto, lo odiado habrían sido idénticos al principio”.  Esto es, que si bien la fuente de la pulsión es interna, requiere del objeto que está en el mundo exterior para satisfacerse.

Hablo de resolver la pulsión y no la necesidad. Entonces hablo del objeto (y no de alimentos y/o abrigo solamente).

Se rompe en esta idea de socialización toda posibilidad de entender al niño como pasivo; como siendo “modelado” mediante la imitación, por lo social. Se trata entonces de un proceso en que el eje más activo es propiamente la dinámica pulsional propia de la infancia.

En la vía que sugiere este trazado inicial se puede entender la socialización como un proceso de transformación reiterada de los objetos odiados en objetos amados, en la medida en que tales objetos son vinculados con la producción del placer.

Ahora, esta última cuestión de la transformación del objeto odiado en objeto amado supondrá un esclarecimiento de índole económica, en el sentido de que la diferencia entre el odio y el amor es más una magnitud que una cualidad; como que se trata es de intensidades. Por esta vía se encuentra entonces el componente económico de la idea de socialización que también habrá que desarrollar.

·         Sobre el placer y el goce.

Me parece que sin adentrarse en el establecimiento de claras y precisas diferencias en el texto que se está comentando, Freud está mencionando dos dinámicas diferentes de la descarga pulsional.

Una, asociada al concepto de placer, que hace parte de la polaridad placer-displacer (que como parte de la síntesis final es nombrada como polaridad económica) y que, entiendo, está vinculada a lo que se denomina en el texto como “placer de órgano”.  Esta es una idea presente en el conjunto del texto.

Otra diferente mención de la descarga pulsional es la que aparece bajo la mención de goce, que aparece como un asunto de detalle relegado en uno de los apartados conceptuales del texto.

En el texto comentado refiere Freud el goce en el ámbito de “la vuelta hacia la persona propia” cuando en el contexto del masoquismo dice: “la observación analítica no deja subsistir ninguna duda en cuanto a que el masoquista goza compartidamente la furia que se abate sobre su persona, y el exhibicionista su desnudez. Lo esencial en este proceso es entonces el cambio de vía del objeto, manteniéndose inalterada la meta”.

Posteriormente agrega Freud que:”tenemos todas las razones para suponer que también las sensaciones de dolor, como otras sensaciones de displacer, desbordan sobre la excitación sexual y producen un estado placentero en aras del cual puede consentirse aún el displacer del dolor”.  

Y a renglón seguido, Freud precisa un poco más este asunto. Dice que: “una vez que el sentir dolor se ha convertido en una meta masoquista, puede surgir retrogresivamente la meta sádica de infligir dolores; produciéndolos en otro, uno mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que sufre. Desde luego,… no goza el dolor mismo, sino la excitación sexual que lo acompaña, y como sádico esto es particularmente cómodo. El gozar del dolor sería, por tanto, una meta originariamente masoquista, pero que solo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico”.

Los fragmentos citados son ricos en afirmaciones. En esta primera aproximación a la cuestión de la diferencia entre placer y goce, quiero destacar algunos asuntos que parecieran estar presentes a propósito del lenguaje con el que Freud se refiere a este asunto.

Quiero destacar entonces:

·         Cuando Freud habla de placer sus frases lo encierran en el sujeto que lo percibe (trátese  o no de autoerotismo). A diferencia de ello, cuando menciona el goce explicita que se goza compartidamente. Esta diferencia sugiere una dinámica relacional del goce que pareciere no estar presente en el placer. Esto es, que la percepción del dolor placentero (sádico/masoquista)  evidencia la presencia y el encuentro con el otro, lo que no pareciera estar en el placer, que depende es de que sea “placer de órgano”.

·         Es con relación al goce que pareciera sugerirse el ingreso al texto de Freud de un sujeto de la voluntad, en tanto que es con relación al goce que “puede consentirse aún el displacer del dolor”. El placer no está vinculado en ninguna frase con el consentimiento, esto es, con la voluntad.

·         El placer está referido al placer de órgano, no al otro. Esto es, que el placer no involucra de necesidad una dinámica relacional. Mientras tanto, el goce está decididamente referido al encuentro con el otro, en tanto que se goza “en la identificación con el objeto que sufre”. No es entonces el goce meramente una cuestión de placer de órgano; es un proceso elaborado en términos del encuentro social que implica la identificación.

1 comentario:

  1. Que interesante eso, claro, la sexualidad tendria cabida para los dos elementos, tanto placer, como goce. Se podria pensar por ejemplo en la reciente masacre que hubo en Estados Unidos, que cierto sujeto, tuvo una "pulsion de muerte" y una necesidad de un "goce" a partir de ello. Aun que bueno, es solo un acercamiento superficial. Es bueno tener claro estos conceptos.

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